Ocas, galos, romanos y monedas.
El capítulo en la historia de las ocas Siempre hemos oído que las ocas son buenas avisando de la presencia de alguien o algo extraño en su entorno. Desde luego, son bastante escandalosas cuando se lo proponen. Y así escribieron su pequeño capítulo en la historia.
Año IV a. C. Roma, aún lejos de ser imperio, ve cómo una tribu gala se aproxima para una visita poco amistosa. Montan un ejército, pero, sin mucha batalla, huyen a refugiarse a la ciudad, resistiendo el asedio en la colina del Capitolio.
Una noche, mientras dormían, unos galos treparon para sorprenderlos. Los perros no se dieron cuenta, pero justo quisieron entrar por donde estaba el templo de Juno, con sus ocas sagradas. Las ocas montaron un alboroto curioso, avisando así a los locales del asalto. A partir de ese momento, a Juno se le apodó Juno Moneta, es decir, Juno la avisadora.
Bajo el pedestal de este templo se fabricaban las piezas de metal que se utilizaban para el intercambio comercial y que, precisamente de ahí, recibieron el nombre de "monedas".